Ya somos más de 6 mil millones en la tierra. Y somos todos diferentes. Mentalidad, cultura, educación, entorno social, tradiciones y costumbres, idiomas - todo esto nos convierte en seres distintos, únicos, especiales. Y toda nuestra existencia es simplemente un reflejo de nuestra individualidad, expresividad personal desarrollada en un breve espacio de tiempo que nuestro destino nos tiene preparado.
Cuando nos precipitamos ante la vida, casi nunca tenemos tiempo para mirar a nuestro alrededor o hacer una pausa. Normalmente, nuestro "yo" individual no necesita de comparaciones. El egoísmo produce una reacción auto-protectora contra el mundo que nos rodea. Pero al mismo tiempo, es este mundo que nos rodea, todas esas personas que caminan junto a nosotros en esta vida son las que influencian directa o indirectamente nuestro "yo". Comunicarse con los demás es inevitable lo queramos así o no. Lo mismo ocurre con la influencia que ejercemos cuando intercedemos en el destino de otros, es ineludible. En muchas ocasiones, la influencia durante el proceso de conocimiento mutuo no solo determina nuestro carácter y comportamiento, pero también de la forma más inesperada interfiere en lo que parece ser un harmonioso desarrollo de nuestro destino.
Las personas son curiosas por naturaleza. A veces, quieren saber más sobre la vida de los demás que sobre la suya propia. Es mucho más fácil evaluar nuestra propia vida - con sus altibajos, sus infinitos caminos que recorrer, sus rincones más oscuros y sus espacios más abiertos - en comparación con la de otros. Todo el mundo tiene una en mayor o menor grado. Algunos viven su vida de manera muy transparente y otros la viven de manera más secreta, ocultando parte de ella. Algunos no tienen ninguna dificultad en tratar a las personas abiertamente, en cambio otros sólo confían sus pensamientos y sentimientos al enredado laberinto anónimo que es Internet.
El intento de contar mi historia es solamente un grano de arena en el desierto del Sahara. Cada uno de nosotros dejamos nuestra huella en el planeta, también con nuestro deber cívico. Mi expresividad personal se desarrolla mediante la prosa y verso que escribo. Los Juegos Olímpicos y el coleccionismo olímpico son mi religión. Mi placer se basa en mis negocios con marcas exclusivas como Chopard, Grisogono, Carrera y Carrera y Blacpain. Pero mi mayor triunfo es el amor de las personas más allegadas a mí y mis amigos. Gracias a ellos lleno mi vida de calor, amor y reconocimiento. Ante ellos me inclino con mi más sincero agradecimiento y respeto. No por aquellos días en que todo era claro y brillante, sino por aquellas tristes y lúgubres noches en las cuales ellos pensaban en mi y en la gran injusticia y dolor emocional por la que estaba pasando.